«Tenía cuatro o cinco años cuando mi abuelo me llevó a la viña en la ¨Ribeira¨. Salimos pronto, en el burro, todavía era de noche, tardaríamos horas en llegar. La abuela nos había preparado un buen macuto para toda la jornada. Recuerdo que llegando al “Alto da Cotana” sentí la mano brava y rugosa del abuelo, curtida tras duros años de trabajo; me apretaba muy fuerte. ¡El burro se encabritó al ver la ladera y el río Sil allí abajo! Era su primera vez ¡Casi nos tira! El agua brillaba muy lejos mientras nosotros almorzábamos. Se podían ver pequeños caminos que serpenteaban las laderas. Bajamos a paso lento, toda la ladera estaba escalonada y se veían lo que yo supongo que eran las cepas viejas de Mencía. Salían de entre las piedras y las rocas, erguidas de la nada. Mi abuelo levantó el brazo hacia el río y me dijo: «Alí está, case chegamos». Recuerdo que tras haber serpenteado por lo que parecía una selva, mi abuelo gesticulaba. Se echó las manos a la cabeza. Había muchas piedras tiradas, las ramas de las cepas en el suelo, las uvas, ¿en dónde estaban?»
“¡Maldito Vacamulo!”
Su primera añada corresponde a 2017. Elaborado con uva Mencía autóctona de cepas centenarias, nacidas en suelos graníticos y arenosos, de escasa profundidad y gran drenaje. Precisamente, esta cualidad del terreno del viñedo de As Barcas (paraje de Chanteiro, en el municipio de Lobio) ubicado a orillas de río Sil; unida a una delicada (y dedicada) elaboración y crianza en Barricas supremas (La nobleza de la madera francesa, de grano extrafino y secado natural de 60 meses) con certificado Bureau Veritas, hacen de este Mencía un vino fino, aromático, con presencia y bestial. Tan contundente, salvaje y a medio camino entre lo real y lo mágico, como su propio nombre: Vacamulo.
En efecto, Vacamulo es como se ha bautizado en la región a ciertos jabalíes, con unas dimensiones corporales que exceden el tamaño normal con creces. Así, se trata de jabalíes salvajes de casi 200 kg, cuya presencia está documentada puntualmente.