Mis vinos encierran reminiscencias de los antiguos viticultores de Amandi, comenzando por la influencia de mi familia: de mi abuelo, Bernardino Rodríguez, y de mi padre, Emilio Rodríguez, fundador de Adega Don Bernardino (1991) ; y de esos viñedos erigidos en los suelos únicos de Chanteiro y Doade (Subzona de Amandi). Allí donde nace la Ribeira Sacra propiamente y la Viticultura Heroica más pura y tradicional. Sin duda, nacer, crecer, jugar y explorar el mundo entre viñas centenarias plantadas en bancales marcó el rumbo de mi vida hasta hoy y creo que lo seguirán haciendo hasta el final de mis días.

He nacido entre viñedos y desde que era un niño nunca me he perdido un octubre en el cual la VENDIMIA ocupaba una parte importante de las conversaciones y de las decisiones que mis mayores tomaban muchos días del año. Esta etapa fue la primera de varias. Creo que he tenido la suerte y la lucidez de poder hilvanarlas unas con otras, para no olvidar nada de cada una y tenerlas siempre presentes. Cada etapa, cada octubre, cada vendimia han supuesto un escalón en ascenso en mi trayectoria viticultora y enológica. Como buen hijo de la Viticultura Heroica que soy.

Todo empezó en aquel octubre en el que hice mi primer vino a la edad de 8 años. Creo que algo se despertó en mí, cuando mi padre me explicaba cómo se transformaba ese zumo delicioso que a mi me encantaba en esa bebida que toda la familia tomaba en las comidas. Durante mi infancia y adolescencia, me hice asiduo a los largos días de faena con mi padre y mi abuelo, que cada año cuidaban más viñedos, año nuevo viña nueva; algo a lo que ahora le llaman recuperar viñedos. 

Con la mayoría de edad, decidí salir de mi terruño y adquirir una sólida formación académica. Aunque en un primer momento opté por estudiar Químicas en Santiago de Compostela, mi instinto ancestral no tardó en imponerse y decidí atravesar el norte de la Península Ibérica para recalar en Tarragona, con el claro objetivo de estudiar Enología. Así, tuve el honor de formar parte de la primera promoción de dicha carrera. Esa etapa supuso un punto de inflexión en mi destino. Me ayudó a descubrir mi pasión por la transmisión de conocimiento y la búsqueda de la perfección y consolidó mi objetivo de dedicarme a la enología y la viticultura.

Una vez fuera del mundo universitario, mi espíritu aventurero, a medio camino entre el cosmopolitismo y el amor a la naturaleza más genuina, me ha llevado a recorrer la geografía vitivinícola española de Este a Oeste y de Norte a Sur. Así, de este periplo compuesto por numerosas escalas obtuve la mayor cantidad de cultura enológica posible, y que buscaba con tanto afán.

He tenido la suerte de conocer desde los viñedos viejos de Navarra y Cantabria hasta los de Marco de Jerez y Sierras de Málaga. Y desde los nuevos vinos de las islas Baleares hasta los de las variedades ancianas del archipiélago Canario. Lo mejor de todo ello ha sido poder aprender las tradiciones y métodos de cultivo de cada uno de ellos, pero sobre todo conocer a sus gentes, pues al final, ningún gran vino llega a tal, sin una gran persona detrás.

Asimismo, he podido elaborar muchísimos vinos distintos, desde todas las variedades autóctonas de Galicia, codo a codo con Ignacio Orriols; pasando por interpretar, de una botella de vino viejo en la Serra de Tramuntana, un perfil que se había perdido hace 300 años; hasta elaborar alguno de los vinos más grandes y aclamados de España por la crítica internacional.

Lo bueno es enemigo de lo mejor, es la frase que direcciona mi vida en general y mi trayectoria profesional en particular. 

Hasta que mi reloj instintivo señaló que ya era hora de cumplir con mi destino como hijo de las tierras de Amandi, debía seguir recuperando y conservando los antiguos viñedos de mi tierra y enseñar al mundo el sabor de la Mencía salvaje, surgida en los terruños más extremos, y otras uvas autóctonas. 

Y así, después de 28 años desde el primer vino de Mencía que elaboré, con alguna uva de Garnacha Tintorera y Palomino y altas dosis de seguridad innata, esa que fluye de la herencia genética después de escuchar la voz de la experiencia de antiguos viticultores; tras muchos ensayos, equivocaciones, de tener que arreglar algún que otro millón de litros; después de recibir algún elogio de winelovers; y sobre todo tras dejarme guiar por la humildad de aprender siempre de los mejores y la mejor — la naturaleza—, por fin me siento lo suficientemente seguro y capaz de poder presentaros lo que yo me imagino que serán los viñedos más salvajes que conozco.

Vinos que embotellan el universo de una tierra legendaria, con milenios de  tradición viticultora, donde la singularidad, emoción y robustez deviene de los suelos, las laderas y los ríos más inconvencionales y desafiantes que he visto jamás. En definitiva, vinos extremos que nacen de los viñedos más salvajes que conozco: centenarios, prodigiosos y elegantes. 

DIEGO RODRÍGUEZ WILD WINES

Este es mi proyecto más personal y genuino.  Sé que forma parte de mi destino continuar con la tradición de mis ancestros, del mismo modo que la vid emerge del suelo, y se eleva, con convicción y elegante nobleza. Un proyecto que va más allá de la elaboración de vinos en donde nace la Viticultura Heroica. ¡Magnífico!

Se trata de una empresa sostenible con la responsabilidad social de acercar los universos fascinantes de la Viticultura Heroica gallega a los consumidores más jóvenes, que les cuente su historia en cada sorbo y les despierte su personalidad ancestral heroica y valiente.  ¡Inmenso!

Definitivamente, los vinos que encontraréis en Wild Wines son creados para aquellos espíritus inquietos que buscais descubrir la nobleza y la elegancia que exhuma esta tierra mística y virgen, indomable y atemporal que es Amandi.