Existe una región en el noroeste de la Península Ibérica, en el corazón de Galicia, que encierra una historia viva de la viticultura más desafiante y audaz. Se llama Amandi y es el corazón de la viticultura heroica. Si Amandi es el destino de muchos viajeros de paladares ávidos de buen vino, las bodegas son el atractivo turístico que colma el viaje de recuerdos sensoriales inolvidables.
AMANDI: LA TIERRA DONDE LAS VIDES MONTAÑOSAS IMPERAN
Enclavada en el municipio de Sober, la parroquia de Amandi hunde sus raíces en un trozo de superficie de tierra compuesto por laderas de suelos erosionados y bañados por el río Sil. Donde la climatología —isotermas de 10 a 20ºC— junto con el ingenio del ser humano —terrazas en forma de bancales para ofrecerle la profundidad que exigen las raíces de las vides— hicieron posible el gran prodigio en unas laderas con pendientes casi verticales
Amandi, no solo es el nombre del primer pueblo vitivinícola de la región; también da nombre a un tipo de vino portentoso, sabroso y salvaje. Vino que hoy engrandece la Denominación de Origen Ribeira Sacra.
Sin duda, Amandi se erige como esas regiones donde el tiempo pasa de largo. En sus senderos de vegetación atlántica y drenaje natural, el presente se hilvana con el pasado como lo reflejan esos viñedos con personalidad ancestral.
Las vides de hoy son el resultado de la evolución en su cultivo desde hace más de 3.000 años. Sin duda, las vides, diseñan el paisaje de Amandi desde hace siglos; mantienen visible el intercambio de las estaciones y dejan a sus habitantes el mayor regalo, fruto de sus frutos: el vino.
El vino… ese motor que mueve la economía de esta región, esa inspiración que mueve el corazón y la confraternización de sus habitantes. Y, en los últimos años, el motivo que lleva a muchos forasteros a embarcarse en la experiencia novedosa y natural del enoturismo; adoptando al vino y las bodegas esparcidas por toda la región como la estrella polar que guía la ruta a seguir.
ÉRASE UNA VEZ (Y LO SIGUE SIENDO) UNA REGIÓN PRODIGIOSA EN VINOS Y EN HEROÍSMO
Así es. Existe un lugar en el mundo donde todo exuda una espiritualidad con aroma a Mencía. La tierra, el aire, el agua, cada suspiro exhalado por sus gentes. Un lugar donde el realismo mágico se prodiga entre viñedos, construcciones de piedras y animales salvajes nunca vistos, como los vacamulos. Y la capacidad de sus gentes de escalar bancales con una soltura propia de auténticos escaladores.
Donde el viajero constata el carácter de una tierra bañada por una frondosa y vitalista naturaleza atlántica, responsable, seguramente, del mayor bullicio de la comarca. Y donde la vida humana crece alrededor de una uva oscura de donde nace el cáliz que da vitalidad y magnificencia al pueblo de Amandi.
Su orografía, en gran parte, está cincelada por esos trabajadores de la naturaleza que son, por tradición y devoción, los viticultores de Amandi. Sus laderas escalonadas y cubiertas de cepas vertiginosas, hacen del tipo de viticultura que practican, un arte natural y manual exclusivo de muy pocos lugares en este planeta: la viticultura de montaña. Si bien, en esta zona de la Galicia profunda se le llama viticultura heroica. Y pronto entenderéis por qué.
Pero todo presente es producto de un pasado, y en el caso de Amandi, de un pasado inmemorial vinculado a esta forma de viticultura, llamada heroica. Déjanos que te contemos…
AMANDI Y EL ORIGEN DE LA VITICULTURA HEROICA
Realmente, el ingenio de haber creado las terrazas o bancales, es decir, esos escalones cubiertos de cepas, es mérito, cómo no, de los conquistadores romanos. Ellos supieron percibir la calidad de los vinos que se producían en los suelos de Amandi y que tanto deleitaban los paladares de los césares. Y, a falta de tierra profunda donde las cepas creciesen con fortaleza, plantaron la vid en las escarpadas laderas que rodean la región.
Posteriormente, en los oscuros y austeros siglos de la Edad Media, sus hábitos de cultivo serían consolidados por los monjes que poblaron las orillas de esta Ribeira Sagrada. Primero por anacoretas o eremitas, ansiosos por zambullirse en el silencio y el crecimiento espiritual que le prometían estas tierras; después, durante la baja Edad Media, por los monjes vinculados a las órdenes religiosas benedictinas y cistercienses.
Todos ellos trabajaban la tierra y las cepas encaramándose día tras día laderas arriba, desafiando el vértigo de la altura. Y tras la vendimia, realizaban su mayor proeza alquímica: convertir las hermosas y sabrosas uvas Mencía en oro líquido tinto.
Más tarde, en plena Época Moderna, el comercio del vino pasó a ser una de las actividades agropecuarias más sustanciosas de la llamada Tierra de Lemos. Y dentro de esta zona destacaba siempre la superioridad de los vinos de Amandi. ¿El secreto de su excelencia? Una exposición climática beneficiosa y una posición estratégica de las viñas. Pues su plantación en esas montañas de pendientes acusada, les proporcionaba una insolación idónea durante casi todo el día. Asimismo, la subzona de Amandi, dentro de la Ribeira Sacra, es la cuna de esa uva magnífica, sabrosa y con carácter. La Mencía es la emperatriz mimada de los bancales que pueblan estas tierras y la materia prima de esos tintos tan únicos, cuyo prestigio se pierde en la noche de los tiempos.
LOS HÉROES Y LAS HEROÍNAS ACTUALES DE UNA VITICULTURA DE ALTURA
Ver realizar las labores de viticultura de los bodegueros es como asistir a un espectáculo heroico. El trabajo vitivinícola tradicional tiene algo de titánico y fabuloso. Hablamos de un trabajo en laderas que descienden hasta penetrar en los cañones del Sil o, si se quiere, que crecen hasta alcanzar los 500 m. sobre el nivel del mar. Como si de un glaciar de roca se tratase. Cientos y cientos de gradas escalonadas plagadas de viñedos, que a ojos del espectador parecieran a punto de precipitarse al vacío.
Esta auténtica cascada de viñedos, que llenan de encanto el paisaje, esconden un trabajo humano en la viña artesanal, manual, meticuloso, absorbente, duro y cotidiano. Donde la compleja orografía impide la mecanización del cultivo y también de la vendimia en la mayoría de los casos.
En efecto, el mantenimiento de unas pocas parcelas desniveladas de viñedos exige a sus dueños mucho sacrificio. Muchas horas de dedicación artesanal bajo el sol, la lluvia, el viento, el frío e incluso, en algunos inviernos duros, la nieve. Muchas horas de observación y mucha heroicidad.
Sin embargo, resulta cautivador ver a los viticultores trabajando afanosos. Con un profundo amor a esa tierra de suelos ácidos, arenosos y graníticos, y a esas vides que se erigen sobre pendientes verticales que pueden alcanzar pronunciadas inclinaciones.
Entonces, viéndolos moverse con tanta soltura entre el follaje, permite comprender a los viajeros ocasionales el auténtico significado que entraña la palabra sacrificio: hacer de un oficio un ritual sagrado.
Lo que envuelve la labor viticultora en Amandi de un carácter épico, estratégico, ingenioso, contundente. Donde el viticultor establece una lucha a brazo partido contra las plagas de oidium y mildiu entre otras enfermedades; algunos animales salvajes y la inclemencia de una naturaleza indómita en sus estados de entropía y ebullición. Y, por supuesto, desafía al vértigo, como lo haría un saltimbanqui. Definitivamente, estamos frente a una viticultura heroica y prodigiosa.
AMANDI Y SUS VIÑEDOS CENTENARIOS QUE BEBEN LOS TIEMPOS DEL PRESENTE
Esta es la Amandi de la viticultura heroica legendaria que se abre paso impertérrita en los tiempos del presente, atravesando los vaivenes de la historia. Del mismo modo que trasciende las alturas de las riberas de los cañones del río Sil.
Un presente que, por lo demás, se ve revolucionado por nuevos horizontes económicos que incluyen el turismo local y nacional y, más concretamente, el enoturismo. Una experiencia única y sumamente magnética para aquellos viajeros ávidos de otras realidades, donde la naturaleza exuberante, la poesía hecha artesanía y las reminiscencias místicas tienen sabor a vino Mencía.
Porque, como sucede desde tiempos inmemoriales, viñedos y bodegas siguen siendo la joya de la corona, y sus vinos, su mayor baluarte, dada su calidad, tradición y singularidad. El sector socioeconómico que mueve sutilmente la vida de esta subzona de la Ribeira Sacra. Aquel que consigue llenar de pasado el presente, manteniendo intactas las raíces naturales y culturales, pero sin dejar de trabajar su futuro.
Sin embargo, lo que el viajero percibe cuando llega a Amandi es que el tiempo parece haberse detenido, embriagado con el aroma de la Mencía. Indefectiblemente, no podíamos encontrar un mejor terroir, con una personalidad única, en el que elaborar los vinos de Wild Wines.
Amandi: corazón de la viticultura heroica, territorio donde la elegancia se conjuga con el carácter indómito; donde brotan las cepas con las que se elabora nuestro vino VACAMULO. Es la fuerza, si, pero con finura y elegancia como los frutos de las centenarias cepas en las que nace. Un Mencía criado en las más nobles y exclusivas barricas francesas, eléctrico, equilibrado y salvaje. Con una capacidad de guarda que le garantiza que el paso del tiempo es su mejor aliado. Así, Vacamulo ha conseguido embotellar ese aire a Mencía que recorre toda Amandi y, en especial, a la viña que lo engendra: As Barcas. De ahí que se torne más elegante y noble por la cadencia de un tiempo que parece pasar de largo, pero que, en realidad, da vigor a su presencia. Este fenómeno, los sabios viticultores de esta tierra de viticultura milenaria, lo denominan tradición.
REFERENCIAS CONSULTADAS
Guntiñás Rodríguez, M. E. (2015). A viticultura heroica na Terra de Lemos desde a Idade Moderna ata o terroir da actualidade. Recuperado de https://bit.ly/3hbKjEW
Turismo Ribeira Sacra. Denominación de Origen Ribeira Sacra y viticultura heroica. Recuperado de https://bit.ly/3hbrTnL Un buen vino. ¿Qué es la viticultura heroica? Recuperado de https://bit.ly/3AiIf5r
Escribo historias de vino y cuando no estoy escribiendo, diseño experiencias de enoturismo personalizadas para descubrir Galicia con los 5 sentidos.
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