La filoxera: la pandemia de la vid

Irrumpió sin aviso en el panorama de la vitivinicultura europea a mediados del siglo XIX. Su poder de propagación y de destrucción de las viñas puso en la cuerda floja a la producción mundial de vino. Hoy su presencia sigue activa, aunque más controlada. Pero sin duda la filoxera sigue siendo la peor pandemia que ha registrado la historia de la viticultura mundial y con ella se iniciaría la viticultura moderna.

LA FILOXERA DE LA VID COMO PUNTO DE PARTIDA DE LA VITICULTURA MODERNA

La viticultura en la Ribeira Sacra es una práctica secular, incluso podríamos decir que milenaria, ya que se data sus primeras noticias entre 2000 y 3000 años. Y como toda actividad agrícola ancestral y heredada de generación en generación su historia podría plasmarse en una epopeya. Su cultivo no está exento de sangre, sudor, lágrimas, obstinación, persistencia y resistencia. El punto dramático más recurrente lo patrocinan los fenómenos climáticos adversos e inesperados; mientras que el punto de inflexión, de lucha a brazo partido por la subsistencia lo representa la aparición de la filoxera de la vid.

De los numerosos ataques cometidos hacia las vides por insectos, ácaros, bacterias, virus o enfermedades causadas por hongos, la filoxera ha sido y sigue resultando la mayor plaga. Desde su aparición en la segunda mitad del siglo XIX en Francia, este insecto no ha dejado de causar estragos en las viñas. Si bien, el ingenio humano ha conseguido contrarrestar su poder devastador.

Fuente: Sociedad Entomológica Aragonesa

Pero lo cierto es que la irrupción en el panorama vitivinícola marcaría un antes y un después en la historia del cultivo de la vid en las naciones europeas con mayor tradición. Así, tras los estragos ocasionados en numerosos países viticultores como Francia, Italia, Portugal o España, las viticultura tuvo que reinventarse. Incluso podríamos decir que hubo de sofisticarse y adaptarse a una nueva realidad hasta entonces desconocida.

Muchas varietales autóctonas desaparecieron o mermaron drásticamente su extensión de cultivo. Muchas zonas dedicadas al cultivo de la vid quedaron heridas de muerte y serían abandonadas a otras suertes. Muchos viticultores vieron desaparecer su mayor fuente de ingresos y tuvieron que iniciar un proyecto migratorio para garantizarse su sustento…

En fin, dentro de la historia del vino, la filoxera ocuparía el lugar indiscutible de villano detestable y destructivo. Lo que convertiría a la historia de las sagas vitivinícolas de Europa en una crónica de superación; de lucha frenética entre el ser humano y la naturaleza.

LA FILOXERA: ¿QUÉ ES REALMENTE?

Quizás está sea la pregunta más recurrente en muchas personas que han oído hablar del fenómeno de la filoxera pero no saben exactamente qué es. Pues, en verdad, la filoxera (Dactylosphaera vitifoliae) es un insecto o un pulgón oriundo de América del Norte, que vive y se alimenta exclusivamente de especies del género Vitis, agrupándose alrededor de las hojas y las raíces. Dispone de un largo pico a través del cual absorbe la savia de la vid, desecándola y dejándola inerte.

Se reproduce con mucha facilidad y se propaga por el aire, el suelo y por medio de utensilios, herramientas o calzados en los que se adhiera. El mayor impacto que genera, por tanto, es en las raíces de la planta. Sucede que, en su ecosistema de origen, en Norteamérica, las vides no son de la especie Vitis vinífera —esto es, no sirven para elaborar vinos—.

Así, además de dar uvas de escaso mosto y sabor desagradable, las cepas norteamericanas poseen otro tipo de raíces mucho más protegidas. En efecto, se tratan de raíces recubiertas por una corteza más gruesa, que la filoxera no es capaz de agujerear con su pico.

Fuente: Vitivinicultura.net

En este sentido, diversas teorías aseguran que la difusión de la filoxera se realizó mediante la Isabela, una variedad de la Vitis labrusca, originaria del estado de Georgia en los Estados Unidos. Sin embargo, la Vitis vinífera propia de la vitivinicultura no son tan resistentes y no estaban preparadas para hacer frente a un insecto tan dañino.

Sea como fuere, la infestación de los viñedos por este insecto sigue vigente en todo el mundo. Sus razón son diversas: por los tipos de suelos —especialmente si son arcillosos—, por estrés hídrico o escaso riego, el impacto del calentamiento global, falta de abonos, etc.

CÓMO, CUÁNDO, DÓNDE Y POR QUÉ IRRUMPE EN EUROPA

Aunque hay cierta confusión al respecto, la hipótesis más mencionada es que la filoxera se introdujo en Europa, en el año 1863 en Londres. El motivo radica en unas plantas americanas traídas al jardín botánico londinense que estaban plagadas de este insecto. El cambio de territorio y ecosistema no le afectó lo más mínimo, todo lo contrario.

En los siguientes años se reproduciría ampliamente en el Reino Unido, produciendo un contagio masivo que se extendió al resto de Europa debido a la movilidad humana intercontinental. Y es que los insectos se trasladaban de un lugar a otro pegados al calzado de los viajeros.

En cambio, otras teorías confirman que la entrada de la filoxera en Francia se debió a la importación de algunas variedades de vides americanas que resistían al oídio. Teniendo en cuenta que, a mediados del siglo decimonónico, este hongo perjudicaba la producción de vino y traía de cabeza a los viticultores franceses.

Sea como fuere, las primeras alarmas ante la invasión filoxérica saltaron en Francia, donde, de repente, los viticultores presenciaban impotentes y perplejos cómo sus viñedos morían fulminantemente. Así pues, desde 1865 y durante las siguientes tres décadas, la pródiga viticultura francesa sufriría el peor azote que jamás haya experimentado. Cadáveres de viñedos se agolpaban en los terrenos de cultivo de Burdeos y Borgoña, y familias enteras de viticultores se arruinaban una tras otra. Se calcula que más de dos millones de hectáreas del viñedo francés se vieron afectadas.

La crisis fue de tal envergadura, que para mantener la producción de sus vinos, Francia hubo de importar vino de otros países, como España. De hecho, y paradójicamente, el azote de la filoxera en Francia supuso un revulsivo para la expansión internacional del comercio del vino en España. Sin bien, este auge de la exportación de los vinos españoles solo duraría hasta finales del siglo decimonónico. Entre otros varios motivos, porque la filoxera arribó a los viñedos españoles por diversos puntos de entrada.

El caso es que, como si de un efecto dominó se tratase, uno tras otro, los países con tradición vitivinícola se vieron devastados ante los aguijones bucales filoxéricos. A su vez, aunque con años de diferencia, las antiguas colonias americanas con ambiciones vitivinícolas también fueron víctimas de esta plaga. Tal es el caso de Argentina y Uruguay. Lo mismo sucedió en Australia y en África. Fue entonces cuando la crisis de la filoxera cobró matices pandémicos.

LA PEOR PANDEMIA DE LA VITICULTURA MUNDIAL

Así las cosas, el mapa de los viñedos europeos se fue plagando —y nunca mejor dicho— de cementerios de cepas, la propagación de la filoxera conquistaba cada vez más zonas. Así, desde su primera detección en Londres (1863) y en las proximidades de Gard y el Ródano, en Francia, (1865 aprox.) su difusión correría como la pólvora.

En 1865 fue identificada ya en el Alto Douro (Portugal); de los viñedos franceses ubicados en Floirac y Gironda, valle del Ródano, Orleans y región de Borgoña, (1866-1878), se viralizaría a Ginebra y Sant Gall (Suiza) a partir de 1871. Más tarde llegaría a Bonn (Alemania) en1874, Austria (1875), Duero, Málaga y Girona, en España, (1878) y finalmente, a Italia (Valmadrera, Sicilia y Génova) sobre 1880.

Fuente: vitivinicultura.net

Fuera del continente europeo, la filoxera se transmitió a Australia (1875), Sudáfrica (1880), Argelia (1885), Perú (1888) y Uruguay (1893). En la viticultura argentina se cree que apareció en 1878, aunque su potencial destructor se registró sobre todo a partir de 1930. Lo que sí se sabe es que no fue importada desde Norteamérica, sino a través de vides traídas de Burdeos. También se registraron los primeros casos en Turquía o Marruecos en la época finisecular. Y podríamos seguir enumerando países hasta llenar varias líneas.

Con todo, cabe mencionar que existen zonas que no se vieron afectadas por la invasión de este pulgón… de momento. Ya sea por contar con un clima más bien fresco o por su orografía o ubicación espacial. Ello explica por qué Chile, y especialmente la Patagonia más septentrional, no ha padecido sus estragos, ni tampoco las Islas Canarias.

Sin duda, de entre todas las enfermedades y ataques que pueda sufrir un viñedo, la pandemia de filoxera se considera la más destructiva. Cuesta creer que un insecto tan diminuto pusiese en jaque a la vitivinicultura mundial, incluso la más ancestral y experimentada.

EL QUID DE LA CUESTIÓN: CÓMO COMBATIR LA FILOXERA

Desde la década de los sesenta del siglo XIX y durante 30 años, Francia se obstinó en encontrar una solución para paliar los desastres causados por la filoxera. Y, de este modo, no perder sus costumbres patrias de consumo de vino ni su lugar hegemónico como productor y mercado más grande en el sector.

Así, la deseada solución llegó de la mano fundamentalmente de Planchon y la Universidad de Montpellier, quienes descubrieron el remedio más conveniente. Que no fue otro que la plantación de vides europeas —o Vitis viníferas— en pies o patrones de vides norteamericanas resistentes al ataque del pulgón. Son los denominados portainjertos americanos.

De esta forma, la vid posee una raíz americana resistente al ataque de la filoxera, mientras que la parte aérea será netamente Vitis vinífera, dando uvas de buena calidad. Dicho proceso de portainjerto se realiza sobre la vid o bien en el propio terreno —injerto de asiento— o bien en viveros sobre estacas —injertos en taller—. Lo ideal es llevarlo a cabo en la época de primavera, al final de la etapa del lloro de la viña y durante su brote. Aunque también suele producirse en verano, cuando la planta desarrolla la segunda savia.

El remedio se mostró tan eficaz que para 1880 se aplicaba sistemáticamente y aún hoy sigue utilizándose. Pero el coste que tuvo que pagar la viticultura europea para ganar la batalla a la filoxera fue enorme: una reducción drástica de la longevidad de las vides.

En efecto, antes de la necesidad de realizar los portainjertos, las vides contaban con una larga vida. Aunque no está claro cuál era su esperanza de vida, se dice que las antiguas cepas podían sobrevivir centenares de años. Ahora, desde que se realizan estos cruces entre vides europeas y americanas, las viñas entran en decadencia a partir de los 30 o 40 años; y pocas sobreviven al medio siglo. Por ende, la salvación de los viñedos europeos se logró a costa de condenar a las vides a una muerte prematura.

MÁS ALLÁ DE LA FILOXERA: OTRAS CALAMIDADES NATURALES CONTEMPORÁNEAS

Para entender cómo fue posible que la filoxera hiciese temblar los cimientos de la mayor potencia vitivinícola mundial —Francia— y otras en cierne, debemos observar el contexto general. Pues si por algo se caracteriza la segunda mitad del siglo XIX en el mundo del viñedo es por la cantidad de plagas y enfermedades que se dieron concatenadas en el tiempo.

En efecto, hacia 1850 la proliferación del oídio (Oidium tuckerii) era ya una gran preocupación en países como Francia y España. Este hongo atacaba las vides y paralizaba su crecimiento, hacía reventar los racimos y perjudicaba las propiedades organolépticas de los vinos. Siendo especialmente devastador en los viñedos situados en zonas húmedas de temperatura templada y en determinadas variedades de uvas más sensibles. Su aparición supuso la desaparición de muchas extensiones de viñedos.

Aunque a los pocos años ya se había descubierto en Francia el tratamiento para prevenirlo; los estragos ocasionados en los cultivos fueron sustancioso De esta época surge la costumbre de trasvasar viñedos autóctonos de las zonas litorales hacia suelos continentales y secos, en el interior. El remedio encontrado se basó en el uso de azufre mineral, entre otros, lo que encareció sobremanera los costes de producción en muchas zonas afectadas.

Entonces, cuando se estaba saliendo adelante del golpe que imprimió el oídio, hizo acto de aparición la filoxera. Por tanto, llovía sobre mojado. De hecho, recordemos que la decisión de introducir vides con raíces americanas —foco de la filoxera— a Francia se debió a que estás resistían mejor al oídio.

Pero en plena crisis filóxérica entraría en escena la otra gran enfermedad de los viñedos: el mildiu. Otro hongo que ataca el interior de las plantas, afectando a sus partes verdes y perjudicando las hojas, flores y las uvas. Este hongo también apareció antes en Francia que en España, por lo que se les debe a los bordeleses su solución. El llamado caldo bordelés.

Su historia está estrechamente unida a la filoxera, debido al método de injertos de la yema de la vid europea en patrones de vid americana. En efecto, el mildiu parasitaba algunos patrones de vid americana, de ahí su expansión. No obstante, se encontró su tratamiento mientras se buscaba con ansias la solución para frenar el ataque filoxérico.

LA FILOXERA EN LA ACTUALIDAD

En la actualidad la filoxera se ha diseminado por todos los continentes. Ha sido y sigue siendo considerada la plaga más extendida y devastadora de la historia de la viticultura mundial. Al igual que otras enfermedades y plagas como el oídio y el mildiu siguen dando guerra a los viticultores, razón por la cual los viñedos suelen necesitar de la intervención humana y química para crecer lo más sanos posibles.

La existencia de estas calamidades naturales, así como de fenómenos meteorológicos adversos dan cuenta de lo complicado que es el trabajo agrícola. A menudo el ser humano debe medirse con la fuerzas de la naturaleza, y no siempre lleva las de ganar. Tanto un insecto diminuto como una granizada sobrevenida, pueden estropear desde una vendimia hasta matar o herir de gravedad un viñedo.

Por eso la labor de los viticultores o cualquier persona dedicada al trabajo agrícola sabe que una buena cosecha no depende solo de su denuedo. Siempre hay imponderables que pueden complicarle la vida y generarles muchos más gastos que beneficios.

En este sentido, la aparición de la plaga de la filoxera, en colusión con otros virus o ataques fungosos, cambió el curso de la vitivinicultura. Motivó la restructuración de los viñedos; provocó el abandono de muchos otros; hizo desaparecer varietales marginales o genéticamente no preparadas para su resistencia; fomentó el uso intensivo de otras. En otras palabras: cambió la cartografía y la geografía de los viñedos anteriores al siglo XX y dio comienzo a la viticultura moderna que llega a nuestros días.

Con todo, más allá de la tragedia que supone la narrativa de esta pandemia imposible de erradicar; ciertamente, la filoxera consiguió ensalzar la historia de la vitivinicultura europea, hasta el punto de volverla un relato de tintes épicos. De luchas, esfuerzos, intentos fallidos hasta dar con el remedio oportuno, y de reconstrucción de unos viñedos para que sigan haciendo historia en presente continuo. Y para que la humanidad siga pudiendo disfrutar de vinos de calidad que alimenten su cuerpo, su mundo cultural y su alma.

REFERENCIAS CONSULTADAS

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  • Vázquez, R. S. (1996). Las grandes transformaciones en la historia contemporánea de Galicia. Recuperado de https://bit.ly/3yixGjE
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Redactora de contenidos en Wild Wines Company. Filóloga winelover y redactora dedicada a transmitir las emociones que despiertan los lugares, los viñedos, las vendimias y cada botella de vino en texto que no son más que un diario de experiencias vitales.

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